Los nuevos «venecos» se adueñado de América Latina y han llegado incluso hasta Europa, ¿De dónde nació ese término? ¿Es despectivo o cariñoso?.
¡Epa portu, dame una canilla! Con frases como esa crecimos los venezolanos; junto al portugués de la panadería, el gallego de la carnicería, la china de la quincalla y el vecino colombiano. Sorteando entre acentos y costumbres de una extensa migración de europeos y latinoamericanos, que durante todo el siglo XX se integraron al país y tuvieron hijos y nietos.
Quién no recuerda a Mosaurieta, la peruana de la clase, a Tessari la hija de italianos, a Nenita la brasileña y a cualquier Restrepo, Nieto o Loaiza, hijos de colombianos, nacidos en Venezuela.
Tristemente esa realidad cambió al entrar el siglo XXI y ahora esos descendientes de extranjeros han retomado la nacionalidad de sus padres, se abren camino en la tierra de sus ancestros y pasan a engrosar la inmensa lista de migrantes que viven fuera del país.
Hoy 5.490.002 venezolanos entre migrantes, refugiados y solicitantes de asilo registra, a octubre del 2020, la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V). Una población mayor a la de Panamá, Nueva Zelandia o Costa Rica.
El mayor número se ha asentado en Colombia: 1.731.017 a julio 2020, según los datos de Migración Colombia. Esto es más que la población de Barranquilla, la cuarta ciudad con mayor número de habitantes en un extenso país de 50 millones.
Esa ola migratoria ha traído nuevas realidades para los países de acogida, que no estaban preparados para un flujo tan grande y en tan corto tiempo; y así como otrora los extranjeros llevaron su cultura a Venezuela, hoy son los venezolanos quienes llevan sus costumbres, maneras y lenguaje, fuera de las fronteras.
Precisamente este intercambio ha traído de vuelta viejos vocablos usados en contextos fronterizos y con los cuales hoy se llama a los venezolanos migrantes. “Veneco” es una de esas palabras que ha vuelto a ponerse de moda.
Sergio Chacón Peña, profesor de la Escuela de Lengua y Comunicación de la Universidad Javeriana sede Cali, señala que hay dos concepciones del vocablo “veneco” una: “como parte del proceso histórico de contacto cultural entre venezolanos y colombianos, específicamente en la frontera y sus regiones aledañas.
En este contexto surge el término como parte del contacto social y la designación del otro como poseedor de rasgos diferenciados de las dos nacionalidades…” “…vene: venezolano, y co: colombiano.
Venezolanos colombianizados por su doble nacionalidad; o hijos de padres colombianos nacidos en Venezuela” Y así lo recuerda Tania, quien nació en Valencia y hoy vive en Bogotá. Creció en los campos petroquímicos de Pequiven en Morón, Estado Falcón y hace más de 10 años se fue a Colombia para hacer una maestría, y se quedó.
Está casada con un bogotano y su pequeño Alejo también lo es. Sus padres son de Bucaramanga y engrosaron los números de la migración colombiana en Venezuela. Recuerda que de pequeña al viajar de vacaciones a Colombia sus primos la llamaban “veneca”, nunca despectivamente. – Viviendo de ellos era por cariño.
También Yenny recuerda que de chiquita (pequeña) en Cúcuta la llamaban “veneca”, pero por cariño, por ser venezolana. Sus padres ambos del Norte de Santander, formaron parte de la migración que se asentó en Caracas.
Ella hoy vive en Bogotá con su esposo venezolano y sus pequeñas nacidas en Colombia.
Lexander tiene otros recuerdos. Siempre entendió “veneco” como una palabra despectiva. Sus padres de Uribia (La Guajira) y La Paz (Cesar) viven desde hace más de 50 años en Maracaibo y toda su familia está repartida a ambos lados de la frontera.
El término le es común pero claramente peyorativo. Lexander hoy se abre camino en Colombia con su doble nacionalidad, igual que Rossara, nieta de colombianos.
Su papá nació en Caracas y su mamá en Mérida. No recuerda la palabra “veneco” en su infancia, pero sí que a su papá le decían “El Colombiano” por cariño. Hoy vive en Bogotá junto a su esposo venezolano.
William y Christian también con padres de ambas nacionalidades: uno colombiano y el otro venezolano y nunca escucharon esa palabra sino hasta ahora.
Pero el “veneco” de hoy no es el mismo que algunos recuerdan. El Diccionario de Americanismos de la RAE, lo reseña como un adjetivo despectivo usado en Perú y Ecuador. veneco, -a. adj. Pe; Ec, desp. Relativo a Venezuela. pop.
En estos países “veneco” se refiere al gentilicio, pero con una connotación muy despectiva. Algunas versiones no confirmadas que aparecen en internet señalan que es una combinación de “vene”: venezolano y “co” haciendo alusión a una expresión muy soez, usada en Venezuela para insultar “mentar la madre” (cdsm).
Según cifras de agosto 2020, 1.043.460 venezolanos viven en Perú, un país de 32 millones de personas, mientras que Ecuador, con 17.8 millones de habitantes registra 471.199 migrantes a septiembre 2020, según la a Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V).
Para el profesor Chacón Peña esa migración masiva ha hecho resurgir la nueva versión de “veneco”. “Es evidente que el país bolivariano no está atravesando por su mejor momento… En el centro de dicho fenómeno surge la intervención del lenguaje como medio de representación de la realidad, y es ahí donde se renueva el uso del término (porque no es nuevo) para nombrarlos de manera irresponsable y despectiva”.
Recuerda que a lo largo de la historia son muchos los grupos que han sufrido las consecuencias de la xenofobia con sobrenombres. “El caso de los judíos conversos en la España del siglo XV, y que fingían practicar una nueva religión y a quienes se les llamaba “marranos”, es solo uno de dichos casos.”. Interesante.
Volviendo al caso venezolano, la más reciente oleada migratoria ha sido por razones humanitarias. La falta de alimentos, servicios básicos y medicinas los hace huir del país con la ilusión de conseguir una mejor vida al cruzar la frontera.
Como señala la página web de ACNUR sobre el caso venezolano “… los acontecimientos políticos, de derechos humanos y socioeconómicos que se desarrollan en Venezuela obligan a un número creciente de niños, mujeres y hombres a irse a los países vecinos y más allá. Muchos llegan asustados, cansados y en extrema necesidad de asistencia” a lo que se suma la xenofobia con la que son recibidos.
Asegura el profesor Chacón Peña que solo la educación puede revertir esos procesos. “…de la misma manera que el daño se hace desde el lenguaje, se puede reparar desde el lenguaje…. No se trata de hacer “terapias de repetición terminológica”; la idea es la de crear una conciencia de uso activo del lenguaje en aras del respeto y la consideración genuina por el otro.”
Los gobiernos vecinos junto a los organismos internacionales hacen esfuerzos por ayudar humanitariamente a los venezolanos que han salido en masa y desarrollan campañas para combatir la xenofobia y promover la solidaridad, lo que podría no ser suficiente ante la avalancha de caminantes, también se evidencia las acciones de particulares que, a lo largo de las carreteras andinas, auxilian a los caminantes.
La pandemia del Covid-19 llevó de vuelta al país a un porcentaje reducido de venezolanos que vieron desaparecer sus medios de subsistencia, pero al reactivarse la economía en Colombia, Ecuador, Perú y Chile.
Se calcula que, por cada venezolano que volvió a Venezuela en 2020, saldrán tres en los próximos meses. La tragedia continúa y los nuevos “venecos” con morral en mano siguen caminando por las carreteras de América Latina.
Por: Mery Sosa
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