Sin gasolina, sin luz, sin agua y sin televisión. Así deben vivir algunos venezolanos en medio de la pandemia por el coronavirus. A pesar de los obstáculos, los ciudadanos de Venezuela deben ingeniárselas para sobreponerse, y salir a trabajar para poder alimentar a su familia.
Unos trozos de madera, un carrito de helados, unos hierros, caucho viejo, una botella de plástico o, incluso, una sonda clínica; son solo algunos de los artilugios que los taxistas de Maracaibo, en el noroeste de Venezuela, utilizan para crear sus ingeniosos vehículos.
Miguel Ferrer, un bicitaxista de 58 años, explicó a Efe que modificó su bicicleta para poder transportar todo tipo de materiales o movilizar a personas que requieren de sus servicios.
Con una inversión de 10 dólares, armó un vehículo que le permite sortear la escasez de gasolina. Unos viejos hierros, trozos de caucho y tacos de madera adosados con destreza a su bicicleta; fueron suficientes para que el hombre pueda seguir trabajando.
Ferrer advierte que este método no lo libra de todas las preocupaciones, pues advierte que «los policías están decomisando bicicletas que vean llevando gente»; así que debe «cuidarse» para evitar que fracase y deje a su familia sin sustento.
Guillermo Sierra, se suma a las personas en Venezuela que ingenian métodos para sobrevivir. Sierra adaptó su bicicleta para movilizar personas entre las zonas comerciales y los barrios más desfavorecidos de la capital del Zulia.
Apenas 150.000 bolívares (unos 80 centavos de dólar) es lo que cobran estos «bicitaxistas» por una carrera larga, mientras que por las más cortas se llevan unos 80.000 bolívares; es decir, poco más de 40 centavos de dólar.
Sin bicicleta, cuyo consumo de combustible es igual a cero, los «mototaxistas» de Venezuela también se vieron obligados ingeniar un método para buscarse la vida ante la falta de gasolina.
A los maracuchos no los tomó de sorpresa esta escasez de combustible como a los habitantes de Caracas. A pesar de ser un estado petrolero, la escasez de gasolina es un problema crónico en la entidad.
Una botella de plástico y una sonda clínica se convierten en pura magia a manos de estos motorizados. Después de pasar horas, e incluso días en fila, o simplemente comprar el combustible a precios abultados; llenan la botella con la gasolina, que luego se coloca estratégicamente la sonda, que va directa al carburador de la moto, suministrando el combustible gota a gota y sin gastar ni un ápice más de lo necesario.
De esta forma, el depósito de la moto no se llena de gasolina, sino que el carburante va a la vista dentro de la botella transparente para poder calcular con precisión el consumo.
Con este sistema, un litro de gasolina alcanza para «rodar» entre 30 y 45 minutos, un tiempo impensable si la misma cantidad se usara de la forma tradicional, directamente desde el depósito del vehículo.
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AMERICA DIGITAL /Crónica de EFE
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