UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA QUE NO SE RECONOCE ES UNA NUEVA BABEL

FA/CMR

Un interesante artículo publicado en The Atlantic y titulado “Por qué los últimos 10 años de la vida americana han sido realmente estúpidos” escrito por Jonathan Haidt Psicólogo social de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York, autor de The Righteous Mind:Why Good People are Divided by Politics and Religion, señala que  la América roja y la América azul se están convirtiendo en dos países diferentes que reclaman el mismo territorio, con dos versiones diferentes de la Constitución, la economía y la historia estadounidense. El autor compara al Estados Unidos fragmentado con la destrucción de la torre de Babel cuando sus miembros se encontraban confundidos, incapaces de entenderse unos a otros, no hablaban el mismo lenguaje y no compartían la misma verdad.

Cito a Haidt: “Pero Babel no es una historia sobre tribalismo; es una historia sobre la fragmentación de todo. Se trata de la ruptura de todo lo que parecía sólido, la dispersión de las personas que habían sido una comunidad. Es una metáfora de lo que sucede no solo entre rojo y azul, sino dentro de la izquierda y dentro de la derecha, así como dentro de las universidades, empresas, asociaciones profesionales, museos e incluso familias”.

¿Cómo pasó esto? ¿Y qué presagia para la vida estadounidense? se pregunta el catedrático

Señala Haidt que “hay una dirección en la historia y es hacia la cooperación a escalas mayores…El Internet temprano de la década de 1990, con sus salas de chat, tableros de mensajes y correo electrónico, ejemplificó la tesis de Robin Wright  sobre la evolución humana a la cooperación, expuesta en su libro  “Nonzero: the Logic of Human History”, al igual que la primera ola de plataformas de redes sociales, que se lanzó alrededor de 2003.

En febrero de 2012, mientras se preparaba para hacer público Facebook, Mark Zuckerberg reflexionó sobre esos tiempos extraordinarios y expuso sus planes. “Hoy, nuestra sociedad ha llegado a otro punto de inflexión”, escribió en una carta a los inversores. Facebook esperaba «reconectar la forma en que las personas difunden y consumen información». Al darles «el poder de compartir», los ayudaría a «transformar una vez más muchas de nuestras instituciones e industrias centrales».

Continúa Haidt: “En los 10 años transcurridos desde entonces, Zuckerberg hizo exactamente lo que dijo que haría. Reconectó la forma en que difundimos y consumimos información; transformó nuestras instituciones y nos empujó más allá del punto de inflexión”. 

Desde el “Me gusta” público y  el compartir con un clic, todo cambió.

Haidt destaca que “Poco después de que su botón «Me gusta» comenzara a producir datos sobre lo que mejor «atraía» a sus usuarios, Facebook desarrolló algoritmos para brindarle a cada usuario el contenido con mayor probabilidad de generar un «me gusta» o alguna otra interacción, incluyendo eventualmente el «compartir» también”.  Investigaciones posteriores mostraron que las publicaciones que desencadenan emociones, especialmente la ira hacia los grupos externos, son las que tienen más probabilidades de ser compartidas.

“Para 2013, las redes sociales se habían convertido en un nuevo juego, con una dinámica diferente a la de 2008. Si tuvieras habilidad o suerte, podrías crear una publicación que se “viralizaría” y te haría “famoso en Internet” por unos días. Si cometiste un error, podrías terminar enterrado en comentarios de odio”. 

Advierte Haidt que “los científicos sociales han identificado al menos tres fuerzas principales que unen colectivamente a las democracias exitosas: capital social (redes sociales extensas con altos niveles de confianza), instituciones sólidas e historias compartidas. Las redes sociales han debilitado a los tres”. 

Afirma Haidt en el artículo que en la revisión de estudios recientes “se confirma la tesis de que las redes sociales amplifican la polarización política; fomentan el populismo, especialmente el populismo de derecha; y están asociadas con la difusión de información errónea”.

Una autocracia puede desplegar propaganda o usar el miedo para motivar los comportamientos que desea, dice Haidt, pero una democracia depende de la aceptación ampliamente internalizada de la legitimidad de las reglas, normas e instituciones…Cuando los ciudadanos pierden la confianza en los líderes electos, las autoridades sanitarias, los tribunales, la policía, las universidades y la integridad de las elecciones, entonces todas las decisiones se impugnan; cada elección se convierte en una lucha a vida o muerte para salvar al país del otro lado.A menos de 7 meses de las elecciones de medio término en Estados Unidos, la pregunta sigue en el aire.¿Hacia dónde se dirige la sociedad estadounidense?

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