El sÃndrome del Hijo de la Mina agrupa un conjunto de sÃntomas que manifiestan niños menores de dos años, dejados atrás por madres que se marchan a trabajar en las minas de oro al sur de Venezuela, empujadas por la crisis económica. Cuidados por abuelos, vecinos o incluso desconocidos, los niños crecen sin pecho ni leche de fórmula, desnutridos y vulnerables al abuso.
La lactancia materna es una estrategia evolutiva que permite al bebé hacer la transición desde el útero. Si amamantar fuera una práctica universal podrÃan prevenirse anualmente 823.000 muertes en niños menores de cinco años y 20.000 fallecimientos por cáncer de mama, de acuerdo a una investigación publicada en 2016 por la revista cientÃfica The Lancet.
Valentina Oropeza Colmenares, periodista de la BBC en Estados Unidos y previamente jefa de investigación en el portal venezolano Prodavinci, abordó el tema en el programa En Conexión, conducido por César Miguel Rondón.
“Los Hijos de la Mina son niños menores de dos años, que por lo tanto están en época de lactancia, y son dejados atrás por madres que se van a trabajar a las minas de oro al sur de Venezuela. Lo relevante de esta situación es que estas mujeres no pueden volver a sus hogares cada dÃa para amamantarlos y estos niños quedan a cargo de abuelos, tÃos o incluso de desconocidos por un largo lapso. Estos niños se enferman de desnutrición, tienen un sistema inmune débil y además se quedan sin un primer escudo de protección que es la madreâ€, dijo Oropeza Colmenares.
La periodista señaló que el sÃndrome del Hijo de la Mina es una definición que fue acuñada por dos pediatras venezolanos, quienes son propietarios de una clÃnica pediátrica en Ciudad BolÃvar y han observado el fenómeno desde el año 2016.
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“En la medida en que la crisis económica se ha agravado en Venezuela y principalmente en el sur del paÃs, donde la principal fuente de empleo eran las industrias básicas, las madres no encuentran otros lugares donde trabajar. En muchos casos la figura paterna no existe y las madres se van a las minas que están muy lejos de los centros urbanos, y no tienen posibilidad de trasladarse con regularidad. Tampoco se pueden comunicar con los cuidadores de sus hijos porque no hay señal de internet ni telefónicaâ€, agregó.
Oropeza Colmenares destacó que a lo largo de la investigación, se encontró con testimonios de abuelas y cuidadores desconocidos.
“Incluso encontramos el testimonio de un padre que fue abandonado por su esposa. Tienen cinco hijos y ella se fue a la mina con la promesa de mandar dinero, pero más nunca supo de ella. Este caso se repite en todos los testimoniosâ€, agregó.
Llama la atención que sea la mujer la que vaya a las minas y no el hombre.
“En muchos casos van juntos, en otros casos primero se marcha el hombre y luego la mujer. Tengo varios años cubriendo el tema de la minerÃa, y anteriormente la historia del minero era masculina. Ahora, se integran las mujeres que van a trabajar como cocineras y trabajadoras sexuales. En la investigación también descubrimos la práctica de la esclavitud moderna. Personas que van a las minas para trabajar como servidumbre, en otras ocasiones no se les cumple el pagoâ€, explicó la reportera.
La periodista también señaló que esta crisis afecta de manera diferenciada a las mujeres y a los niños.
“En los estudios de la Universidad Católica Andrés Bello hablan de los jefes de las minas, que son personas que administran las minas. No obstante, es una figura muy imprecisa, porque no hay acceso a la identidad de esas personas. Otras de las cosas que sorprendió, es que hay muchos niños abandonadosâ€, resaltó.
Finalmente, Oropeza Colemenares enfatizó que los llamados jefes de las minas amenazan y extorsionan a las madres.
“La única posibilidad para estas mujeres es la minerÃa, el trabajo doméstico o la prostitución. Son trabajos que no están normados y es absolutamente todo informal. No hay viviendas, hay insalubridad, son condiciones muy precariasâ€, puntualizó.