FA/CMR
México es hoy sin duda el paÃs más peligroso para ejercer el periodismo.
Ya van cinco asesinatos en lo que va de año y el Presidente López Obrador hace más peligroso el trabajo de medios y comunicadores.Â
José Luis Gamboa Arenas, director del medio digital Inforegio, fue el primero de los cinco, fue acuchillado en Veracruz a mediados de enero. Luego siguió Margarito MartÃnez, fotoperiodista freelance, quien fue acribillado en Tijuana. A los pocos dÃas la colega Lourdes Maldonado, también periodista de Tijuana, fue ultimada a balazos afuera de su casa. Lourdes habÃa denunciado a un militante e importante polÃtico del partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Jaime Bonilla, y dijo temer por su vida.Â
Roberto Toledo, comunicador y analista en Michoacán fue el cuarto. Y ahora el periodista Heber López Vásquez, quien al salir de su programa de radio en Salina Cruz, Oaxaca, fue acribillado por dos personas.Â
Desde el año 2000, han sido asesinados más de 160 periodistas en México, 53 de ellos en los tres años del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
El Estado mexicano es partÃcipe con su complicidad y con la impunidad con la que protege esos homicidios y es corresponsable de la intimidación.
La polarización en México es acelerada y alimentada por el presidente López Obrador, amplificando el problema.
Hasta la propia Corte interamericana de Derechos Humanos urgió a López Obrador sacar de sus espacios o conferencias mañaneras el segmento “Quién es quién de las mentiras†donde señala a periodistas y dueños de medios. El mensaje lo envió, Pedro Vaca Villarreal, el relator especial para la libertad de expresión CIDH “Hago una invitación a las vocerÃas del gobierno mexicano a reflexionar sobre la ligereza de algunos de sus planteamientos. Estamos hablando de una labor trascendental para la vida democrática, como es el periodismo, en el paÃs más letal para la profesión en el hemisferio occidental. Creo que estamos hablando de un asunto muy serio, y por esto la invitación a que se reconozca la crisis actual y se actúe en consecuencia…Estamos hablando de la base de la conversación: se pueden tener comentarios; se pueden tener diferencias, es natural; se pueden hacer crÃticas, claro que sÃ. Pero están matando a periodistas y es muy importante que la autoridad rechace las violencias y reconozca la legitimidad del trabajo de las y los periodistasâ€
Hace dos semanas una nota del reportero Carlos Loret de Mola contó que José Ramón López Beltrán, hijo del mandatario mexicano, vivió por un año en una fastuosa mansión en Houston, Texas. La respuesta de AMLO fue reveladora.
El presidente mexicano se dedicó a mostrar los ingresos del periodista: “Esto es lo que gana Loret [de Mola]. Esto es lo que ganó el año pasado [35,2 millones de pesos mexicanos, unos 1,7 millones de dólares], pero lo que me llama mucho la atención y lo tendrán que aclarar los directivos de Televisa es que se supone que Loret ya no está en Televisa, y le dieron 11,8 millones de pesos el año pasado…“Le voy a solicitar al instituto de la transparencia, ya saben que tengo diferencias con ellos, pero formalmente les voy a pedir que solicite al SAT [agencia impositiva] que me certifiquen los datosâ€.
VÃa Twitter, el periodista desmintió las acusaciones del mandatario. “¡Qué cosa! Usar los datos de Hacienda para perseguir a un periodista. ¡Y además datos falsos, montos inflados! Dice que en 2021 gané millones en Televisa… donde dejé de trabajar en 2019″.
Es la fuerza omnipotente de todo el poder del Estado contra un periodista. Sabemos como periodistas venezolanos, lo que ocurre en esos casos.
El periodista mexicano objeto de la agresión desde el poder, Carlos Loret de Mola, escribe en The Washington Post: “En lo personal, el presidente puso a mi familia y a mà a merced del crimen organizado: en México las leyes mantienen en privado estos datos para no despertar el apetito de la delincuenciaâ€
Que desde la presidencia de un paÃs donde se acribilla en las calles a quienes informan desde los medios, se pueda insultar, degradar, difamar y desacreditar a cualquier comunicador y periodista es la evidencia más contundente que se busca silenciar la verdad cueste lo que cueste. Incluso, si el precio es ser cómplice indirecto de un homicidio.