En algunos países del mundo se está poniendo en práctica el pasaporte de vacunación, donde se da constancia que el identificado ya ha sido vacunado.
Uno de ellos es Israel, que puede mostrar orgulloso el récord en personas de su población que ya han recibido las vacunas correspondientes. El estado de Israel de 9 millones, ha administrado vacunas a la mitad de su población.
El 22 de febrero pasado se realizó un concierto en el teatro Khan dentro de un centro comercial del norte de Tel Aviv, donde se admitieron a 300 personas, y éste 5 de marzo, 500 personas más lo hicieron en un estadio para ver a la estrella del pop israelí, Ivri Lider
Pero, ¿quiénes fueron los privilegiados? Sólo aquellos que podían mostrar su pasaporte verde.
Hace casi un mes, Israel lanzó una aplicación que muestra si las personas han sido completamente inoculadas contra el coronavirus o si han sido consideradas inmunes después de contraer la enfermedad.
Como describe el Chicago Tribune, “dentro de Israel, los pasaportes verdes o las certificaciones que se obtienen a través de una aplicación abren puertas. El país hace poco selló acuerdos con Grecia y Chipre por los cuales reconocerán las pruebas de vacunación de cada país y se esperan más acuerdos similares para apuntalar el sector turístico”.
En una entrevista a Associated Press, el ministro de salud Yuli Edelstein: “Quienes no quieran o no puedan inmunizarse quedarán a un lado.Es el único camino a seguir por ahora”
Las palabras del ministro no hacen sino confirmar la preocupación de los israelíes de que la población no vacunada, sean cuales sean sus razones, se quede atrás o sea rechazada.
Esto definitivamente plantea a Israel, una división más en una nación ya de por sí, dividida. Ahora será entre la población vacunada y la que no lo está. Una nueva casta o jerarquía. Esa disparidad se hará aún más aguda a medida que más y más israelíes disfruten de pases verdes, mientras que los palestinos en Cisjordania y Gaza todavía pasen semanas, sino meses, bajo estrictas restricciones pandémicas y sin vacunas.Pero además supone cuestiones morales, laborales y legales.
¿Qué ocurre por ejemplo si un empleador, digamos de un hotel, permite a personas con su Green Pass hospedarse, pero no puede asegurar que sus empleados estén como ellos vacunados? ¿se sentirían seguros los turistas? De no estarlo, ¿Tendría entonces que permitir trabajar en el hotel solo a los empleados que porten el Green Pass?
Aquellos que no estén vacunados, podrían perder el derecho a trabajar, ¿estaría el Estado a través de esta política, discriminando?
Pero hay mucho más. En los Estados Unidos, por ejemplo, los afroamericanos han recibido la vacuna a la mitad de la tasa de los estadounidenses blancos, y la disparidad es aún mayor para los hispanoamericanos. A nivel mundial, los países ricos han ordenado casi todas las vacunas disponibles actualmente, lo que significa que el ciudadano medio en un país de ingresos altos tiene muchas más probabilidades de recibir una vacuna que un trabajador de la salud o un ciudadano de alto riesgo en países de ingresos bajos.
Como señala, Yara M. Asi, becaria postdoctoral, Gestión de la salud e informática, Universidad de Florida Central “El peligro es que hasta ahora, en todas las etapas, la pandemia ha puesto de manifiesto las desigualdades de la sociedad. Los pasaportes de vacunas también pueden perpetuar estas desigualdades”
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