El Papa Francisco firmó en el Código de Derecho Canónico, la modificación más extensa desde que fue aprobado por el papa Juan Pablo II en 1983, una cláusula que trata directamente del abuso sexual por parte del clero. La legislación, que entrará en vigor el 8 de diciembre, permite que un sacerdote sea destituido y enfrente otras sanciones si comete delitos sexuales con un menor. Ha quedado establecido que los abusos a menores son delitos contra la dignidad de las personas.
El nuevo código, según lo describe la ONG Save the Children, también penaliza el ‘grooming’; el engaño por parte de los pederastas a los menores “con el fin de ganarse poco a poco su confianza para luego involucrarles en una actividad sexual”. Es la primera vez que la legislación canónica incluye estos actos como crímenes.
El texto también establece que serán expulsados los sacerdotes que establezcan relaciones sexuales haciendo uso de “la fuerza, amenazas o abuso de autoridad” con cualquier persona, no hace falta que ésta sea menor o tutelada.
Según la agencia estadounidense AP, “quedó clara la necesidad de esta cláusula” a raíz del caso del fundador del grupo religioso basado en Perú, Sodalitium Christianae Vitae. El líder de esta organización, de cerca de 20.000 miembros, agredía y torturaba a personas de la comunidad. Sin embargo la Iglesia católica dudó mucho tiempo en cómo castigarlo antes de apartarlo del grupo y echarlo de Perú.
Los cambios brindan a las autoridades de la Iglesia, ya sea en el Vaticano o en una parroquia lejana, una nueva plantilla para evaluar y abordar posibles violaciones de la iglesia. Sin embargo, aunque resta arbitrariedad a las decisiones de los obispos en materia de sanciones, los críticos de la Iglesia dicen que continuar con la idea de manejar el castigo internamente es equivocado, sobre todo, porque en el pasado, ha tendido a valorar la palabra de los sacerdotes por encima de la de sus víctimas.
The Washington Post, cita al Papa, quien señala que la nueva revisión es para la “restauración de la justicia, la reforma del delincuente y la reparación del escándalo” y trata específicamente del sexto mandamiento, que prohíbe el adulterio.
Lo que ha venido haciendo la Iglesia Católica por años, al ocultar los casos de abuso, era definitivamente pura complicidad. Movían a los curas pederastas de una parroquia a otra, asegurándole a las familias afectadas que esto no volvería a pasar cuando, de hecho, la evidencia decía lo contrario. Se sumaban nuevas víctimas.
¿Cuántos niños fueron violados y abusados por sacerdotes, religiosos y obispos en todo el mundo? La cifra resultaba escandalosa ya en el 2018: únicamente teniendo en cuenta los casos comprobados e investigados por organismos independientes, existen casi 100.000 víctimas de la pederastia clerical reconocidas en todo el mundo, desde Estados Unidos a Australia, desde Irlanda a Holanda, de Chile a México, de Italia a España.
¿Existe para ellos ahora alguna excusa, algo que pueda sanar sus heridas emocionales? Acaso ¿se revisarán de nuevo sus casos y se logrará justicia?
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