FA/CMR
En estos días se ha empezado a hablar del neoimperialismo de Putin al referirse a sus recientes acciones en Ucrania y a la evidente política de confrontación con Occidente. Pero ¿a qué nos referimos cuando se habla de “neoimperialismo”?
Comencemos primero por definir el concepto de “imperio”, como una relación formal o informal mediante la cual un Estado controla la soberanía política efectiva de una sociedad ajena, por la fuerza, o bien por colaboración de las élites políticas. Este control supone también dominio económico, social y cultural.
Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Russia’s Foreign Policy del Instituto de Empresa, publicó en el año 2016 un interesante trabajo que tocaba de cerca el tema del neoimperialismo ruso, que llamaba mas bien “re-imperialización”, en él afirmaba que:
“Con el colapso del comunismo en Rusia, en 1991, se culminaba la desaparición de dos sucesivas entidades políticas: la del Imperio ruso (1550-1914), que duró más de 400 años, y la de la Unión Soviética (1922-1991), cuyas fronteras coincidieron con las imperiales durante 69 años. La Rusia actual, heredera de ambos legados históricos, es un Estado post imperial y post comunista. El actual proceso de reimperialización representa la continuidad de una vieja historia de traumáticas rupturas. La primera parte de esta historia corresponde a la invasión de los mongoles, que destruyeron el reino Rus de Kiev en 1237, y a la progresiva recuperación del territorio y fundación del Principado de Moscovia a finales del siglo XIII, germen del futuro imperio ruso. La segunda, surgió de la desintegración del imperio zarista a causa de la Revolución de Octubre (1917) y de la reconstrucción de la unidad imperial bajo el poder bolchevique (1917-1922). La descomposición de la Unión Soviética (1991), que supuso el colapso de los sistemas político, económico, de seguridad y defensa y del Estado como entidad política, representó el final del imperio”
Putin enfrentado a esa pérdida que ha definido como “la mayor catástrofe del siglo 20” ha hablado en reiteradas ocasiones sobre la disolución de la URSS. En su discurso posterior a la anexión de Crimea (el 18 de marzo de 2014), Vladimir Putin afirmó que “millones de personas se fueron a dormir en un país y se despertaron en muchos otros Estados, convirtiéndose en las minorías étnicas de las antiguas repúblicas soviéticas; así, los rusos se convirtieron en una de las naciones más grandes, si no la más grande del mundo, separada por fronteras”.
Idea que le ha servido de base para muchas de sus acciones, justificadas en la protección de sus compatriotas en el extranjero cercano.
Continúa Milosevich Juaristi “Rusia se define como una gran potencia con “intereses privilegiados”. La no aceptación o la aceptación limitada de la integridad territorial y la soberanía de los países es el primer paso del proceso de reimperialización. El segundo paso es la justificación de ello: dado que la nación rusa está dividida por las fronteras post soviéticas, su deber es“proteger” a sus compatriotas de la diáspora (“diplomacia humanitaria”). Rusia está preparada y dispuesta a defender con fuerza militar y nuclear a sus compatriotas y sus “intereses privilegiados”.
“Rusia no es un socio en la paz sino un rival por el poder”(autora Mira Milosevich-Juaristi) culmina la investigadora.
Recientemente, Sabine Fischer, fellow del Instituto alemán de asuntos Internacionales y Seguridad, ha explicado que “la agresión de Moscú contra Ucrania no está motivada por la política interna. No se trata de repetir el efecto de movilización de la anexión de Crimea. Se trata más bien de alcanzar objetivos neo imperialistas y revisionistas. No cabe esperar una resistencia significativa de la sociedad rusa a corto plazo. El Estado ha conseguido dos objetivos con su represión sistemática: ha intimidado a la creciente minoría del país que está dispuesta a protestar. Y ha aplastado las estructuras de oposición que aún existían a nivel político y en la sociedad civil”.
Se trata pues de “redibujar la identidad nacional a lo largo de líneas casi imperiales”.
Así que lo que vemos ahora en Rusia, podría ocurrir también con los otros grandes imperios terrestres de Eurasia del pasado: China, Irán, Turquía.
Así también lo ve Pankaj Mishra, columnista de Bloomberg, autor de «La era de la ira: una historia del presente» quien sostiene que pareciera que “ la pérdida de fe política es un fenómeno mundial. La capacidad del antiguo estado-nación para brindar estabilidad política y social, y de los mercados libres para generar prosperidad universal, nunca ha parecido más cuestionable. Ya sea en autocracias o democracias como la del Reino Unido, los neoimperialismos de nuestro tiempo representan un intento de llenar un enorme y cada vez más profundo vacío ideológico”.
Concluye con pesimismo Mishra “Por irracional y contraproducente que pueda parecer hoy, la belicosidad al estilo de Putin casi con seguridad se volverá más rutinaria a medida que se desmorone un orden mundial viejo y decrépito. Algunos años traicioneros están por venir”.