LA ECONOMÍA MUNDIAL ENFRENTA SU PRUEBA MÁS DURA

FA/CMR

En una conferencia de prensa conjunta que realizó la semana pasada, el secretario general de la ONU, António Guterres junto a la secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), REBECA GRYNSPAN, se dió a conocer el informe de la ONU titulado “El impacto global de la guerra en Ucrania en los sistemas alimentario, energético y financiero”

De acuerdo con las evaluaciones preliminares del Equipo de Trabajo de las Naciones Unidas para el Grupo de Respuesta a la Crisis Global, basadas en seis indicadores de la exposición de los países a los efectos de la guerra en los mercados financieros y de productos básicos globales, 1.700 millones de personas en el mundo que viven en 107 economías están severamente expuestos  al menos uno de los tres canales globales de transmisión de esta crisis: aumento de los precios de los alimentos, aumento de los precios de la energía y condiciones financieras más restrictivas.

Importante resaltar que de estos 1.700 millones de personas, 553 millones ya son pobres y 215 millones ya están desnutridos.

Según el informe, dados los elevados niveles de estrés socioeconómico que siguieron a la crisis de la COVID-19 y los impactos del cambio climático, sólo uno de estos canales es suficiente para desencadenar el colapso: sobreendeudamiento, escasez de alimentos o apagones. 

El informe advierte que la exposición está presente en la gran mayoría de los países en desarrollo, sin importar el nivel de ingresos o la ubicación geográfica. De manera alarmante, para la mayoría de los países en desarrollo, las exposiciones superpuestas a niveles más altos de intensidad son la regla, no la excepción.

De hecho, hay un grupo de países que están grave o significativamente expuestos a los tres canales de transmisión a la vez. 1.200 millones de personas en el mundo viven en 69 países cuyas economías podrían enfrentar esta crisis tridimensional.

Guterres señaló que «Nos enfrentamos a una tormenta perfecta que amenaza con devastar las economías de muchos países en desarrollo».

El impacto en el sector de alimentos es notable. Treinta y seis países dependen de Rusia y Ucrania para más de la mitad de sus importaciones de trigo, incluidos algunos de los países más pobres y vulnerables del mundo. Los precios del trigo y el maíz han sido muy volátiles desde que comenzó la guerra, pero todavía están un 30% por encima de su nivel a principios de año.Las interrupciones en los mercados de fertilizantes complican dramáticamente esta situación a mediano plazo. Algunos analistas sugieren que los cultivos pueden experimentar reducciones de rendimiento de hasta un 50%, particularmente en países con una gran proporción de pequeños agricultores.

La ONU recomienda apartarse del proteccionismo y actuar para frenar la volatilidad en los mercados, entre otras cosas liberando productos de las reservas de alimentos que mantienen muchas naciones y levantando barreras comerciales.

Pero, también un impacto particular se percibe en los mercados de energía.Afirma el informe que “Los mercados energéticos ya estaban ajustados antes del comienzo de la crisis, luego de una fuerte demanda de los consumidores y un alto crecimiento del PIB en 2021. Aunque el petróleo crudo y el gas natural todavía están alrededor de un 50% por encima de su nivel a principios de año, han sido testigos de sesiones de negociación volátiles, siguiendo anuncios clave desde el inicio de la guerra y, en particular, el del compromiso de Estados Unidos de liberar 180 millones de barriles de petróleo en los próximos seis meses”.

En energía, la ONU plantea que a corto plazo también se liberen reservas de crudo para estabilizar los precios y haya medidas para facilitar que los países y ciudadanos en situaciones más precarias puedan pagar por el combustible que necesitan

Y finalmente, el área financiera, también deja ver sus efectos. Guterres y Greenspan advirtieron que “Estamos al borde de una crisis de deuda global”. 

Incluso antes del comienzo de esta crisis, los países en desarrollo gastaron en promedio el 16% de sus ingresos de exportación en el servicio de sus obligaciones de deuda, y los pequeños Estados insulares en desarrollo gastaron más del doble de esta cifra.

En comparación, después de que las potencias aliadas reestructuraron la deuda de Alemania en 1953, los pagos del servicio de la deuda nunca superaron el 3,4 % de los ingresos por exportaciones en ningún año.

Además de eso, los rendimientos de los bonos de los países en desarrollo han ido en aumento desde septiembre de 2021, dadas las expectativas de ajuste monetario en los países desarrollados. Las subidas de tipos junto con el desorden financiero serían un doble golpe para las economías en desarrollo.

El problema se acentúa por la incapacidad  de muchos gobiernos para asistir a la población que sufre en este momento, sin espacio fiscal, ahogados por el pago de deuda y con unos precios prohibitivos para financiarse en los mercados, que no han hecho más que empeorar desde el inicio de la guerra. «Esto esta poniendo en marcha un posible círculo vicioso de inflación y estancamiento», advirtió Guterres, quien recalcó que ese fenómeno de la «estanflación» es algo que el mundo no puede permitirse.

La prioridad para la ONU es rescatar cuanto antes a los países en desarrollo en peligro de caer en impagos o de ver cómo sus economías se van a pique por la falta de recursos.En ese sentido, Guterres insistió en que el sistema financiero internacional tiene dinero de sobra para hacer eso y debe usar todas las herramientas para apoyar a quienes lo necesitan.

Esta semana, se realizan las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial, seguramente, responderán a las urgencias planteadas en este informe, ahora cuando la economía enfrenta la prueba más dura y la solidaridad se convierte en la única verdadera moneda de cambio.