Hoy es un día muy especial para mi familia, una que comenzó por ejemplo el (7 de diciembre de 1921…)
Escribe, Jean Maninat “Hay estirpes que duran cien años, como la de los Buendía, y van recolectando a su paso las pequeñas maravillas de su mundo: el hielo, los astrolabios, la alquimia, la levitación, las guerras y dejan su testimonio en el relato ficticio que otro escribe.
Son pocos quienes tienen la fortuna de realizar personalmente tamaño viaje -o proeza- y hacerlo además manteniendo la vivacidad, la chispa, la alegría que dispara un comentario pícaro aquí, una risa cómplice allá, una remembranza que cae del aire: el arte de desgranar la vida con ganas de vivirla y recordarla dejando muescas amables en el recuerdo de quienes han estado cerca del prodigio.
Rosa Elena Tejeda, viuda de Rondón Lovera, cumple cien años y ha visto las maravillas de su tiempo: los teléfonos comunicando inmóviles crucificados a una pared, y la telefonía inteligente en manos, bocas y oídos de gente andarina y de pocas luces, vio las primeras imágenes en blanco y negro de la llegada del hombre a la luna y ha navegado en colores por el internet sin vértigo alguno. Ha visto un país, el suyo, Venezuela, vencer el paludismo, las dictaduras, el atraso, conquistar la democracia, modernizarse y acercarse a la prosperidad, para luego verlo caer en manos del populismo autoritario y la degradación de la política democrática que tanto sacrificio costó a su generación establecer.
Formó parte de un grupo de mujeres que en el siglo pasado asumieron la lucha por la democracia sin grandes aspavientos, sin poses heroicas, sin carteles colgados en el pecho anunciando: “Atención, mírenme bien, mujer luchando”. Lo hacían desde la íntima convicción que eso era lo que había que hacer, fueron muchas y aguerridas y merecen aulas y calles de reconocimiento”.
Continúa Maninat: “Fue militante desde joven de Acción Democrática (AD), y en las labores de lucha contra la dictadura perejimenista conoció a quien sería su esposo, el dirigente político adeco César Rondón Lovera. En medio de las vicisitudes de la lucha política, se casaron, él un preso político camino al exilio y ella vestida de novia con improvisado velo y una rosa en la mano como bouquet nupcial. Difícil no caer en la tentación de invocar el manido realismo mágico.
Luego vendría el exilio mexicano, los hijos, el regreso al país, la democracia. El parcours existencial de tantos que arriesgaron para establecer un país democrático, lo lograron, y ahora son arrumbados en la buhardilla de los olvidos. Mientras, de lado y lado, se dedican a destruir hasta lo que ya no queda en pie”.
Hoy con una madre pícara y vivaz, todavía interesada en la política y combativa en sus argumentos, a los 100 años de edad, recuerdo su respuesta a la pregunta de cuál sería la música con la que entreveía el futuro, que le hice hace 11 años en una entrevista en mi programa radial desde Caracas.
Mamá contestó: Adelante ¡A luchar milicianos! A la voz de la revolución. Libre y nuestra la patria en las manos de su pueblo, por fuerza y razón…
Lo cantaba con la honestidad y juventud de sus años de lucha política.
Honestidad y la entrega que tanto necesitamos hoy en Venezuela
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