En estos días se ha vuelto a hablar con insistencia sobre el genocidio armenio. Finalmente, el gobierno de EE. UU. ve oficialmente como genocidio el asesinato de 1.5 millones de armenios por parte del Imperio Otomano hace un siglo.
Pero “genocidio” la palabra que encierra todo el horror, tuvo un antecedente muy particular.
El revolucionario armenio, Soghomon Tehlirian, fue el asesino confeso de Talaat Pashá en Berlín, quien fuera gran visir del imperio otomano y responsable directo de las matanzas contra los armenios. Tehlirian fue absuelto por un tribunal alemán en 1921. Ese juicio fue seguido muy de cerca por un estudiante de derecho en Berlín, el judío polaco Rafael Lemkin, quien se hizo una pregunta crucial ¿ Podría Alemania enjuiciar a Talaat por sus crímenes? Su profesor de derecho le respondió que no había ninguna ley internacional para juzgarle.
Para Lemkin esto no tenía sentido: “Es un crimen para Tehlirian matar a un hombre, pero no es un crimen para su opresor matar más de un millón. Esto es inconsistente”
En 1943, el propio Lemkin acuñaría el término genocidio, reflexionando sobre los procesos de exterminio de los armenios en el Imperio otomano y después de los judíos en el Tercer Reich.
Según Carlos Antaramián, Licenciado en relaciones Internacionales por la UNAM, maestro y doctor en Antropología Social, en su artículo, “Esbozo histórico del genocidio armenio”, cito: “ El exterminio planificado y ejecutado en los desfiladeros de Anatolia y los desiertos colindantes con Siria, entre 1915 y 1918, tuvo una técnica específica de premeditación y planificación parecida a la realizada por el gobierno nazi contra los judíos de Europa Central”
Lo primero que destaca el investigador mexicano, es la presencia de un Estado controlado por un partido único. Luego, la causa del asesinato,que se basa en un credo doctrinal que exacerba los sentimientos nacionalistas del grupo dominante con la finalidad de “limpiar” el territorio de elementos minoritarios indeseables. Después, la existencia de un grupo minoritario central sobre el cual descargar la furia y por supuesto, el enorme alcance del impacto del exterminio en vidas humanas.
En ambos casos tanto en el armenio como en el judío en Alemania, la guerra fue una oportunidad para su dominación y posterior limpieza étnica.
Volvamos al caso armenio. Un triunvirato gobernado por Mehmed Talaat, ministro de Asuntos Internos y posteriormente Gran Visir; Ismail Enver, ministro de Guerra; y Ahmed Djemal, gobernador militar de Constantinopla, posteriormente comandante de la IV Armada y luego ministro de Marina, fueron quienes contemplaban la transformación del multinacional y anacrónico Imperio otomano en un homogéneo y secular Estado turco, cuyo lema sería “Turquía para los turcos”.
Para 1914 el plan de exterminio ya había sido pensado y redactado en un importante documento conocido como “Los diez mandamientos del Comité Unión y Progreso
Como advierte Antaramián cito: “ La primera etapa del proceso genocida armenio fue la decapitación de la intelectualidad. Desde el atardecer del 23 hasta el amanecer del 24 de abril del 1915, en la capital del Imperio –Constantinopla-Estambul– cientos de intelectuales, periodistas, políticos y eclesiásticos fueron arrestados y posteriormente llevados al interior de Anatolia, donde se les asesinó”.
No es casual que podamos identificar nosotros los venezolanos en el régimen autoritario que domina Venezuela estas mismas tendencias contra los que pueden elevar la conciencia de los ciudadanos.Es la característica de todo autoritarismo.
El estudioso mexicano continúa: “La segunda etapa fue la eliminación de los hombres aptos físicamente y en edad de combatir, aquellos entre 18 y 40 años, que responden al llamado otomano de movilización general. Al estallar la guerra en julio de 1914 y entrar Turquía en ella en el mes de noviembre, los jóvenes armenios –como cualquier ciudadano otomano– tuvieron que cumplir con el deber cívico en defensa de la patria otomana. Sin embargo, los conscriptos armenios fueron transformados en soldados/obreros destinados a construir caminos y vías férreas para luego ser aniquilados en puestos de retaguardia como “carne de cañón”, al tiempo que otros fueron fusilados en trincheras construidas por ellos mismos”
La vida de un armenio, no valía nada.El nacionalismo enfermizo justificaba su aniquilación. Eliminar a los aptos, era una manera de preservarse contra una conspiración.
La tercera etapa fue, consecuentemente, la más fácil, advierte Antamarián. Con el pretexto de trasladar a los armenios desde las zonas de combate en el frente de guerra hacia lugares más seguros, inculpándolos de cooperar con el enemigo y de que estaban en una inminente rebelión a escala nacional, comenzó la deportación y exterminio de la masa popular con destino final a los desiertos de Siria y Mesopotamia. Allí murieron cientos de miles.
La parte occidental del pueblo armenio, que durante milenios había vivido en su tierra natal, en la cuna de su civilización, fue desplazada y aniquilada bajo un plan ideado por el estado, con participación directa del ejército, la policía, otras instituciones estatales y bandas, incluso delincuentes liberados de las cárceles específicamente para este fin.
Alrededor de 1.5 millones de seres humanos fueron masacrados simplemente por ser armenios.
Los exilios forzosos que acompañaron a las matanzas en la Turquía otomana transformaron a los armenios en uno de los pueblos de la diáspora más grandes del mundo, estimado en hasta 10 millones de personas, más de tres veces la población de Armenia.
Hoy cuando 29 países reconocen este brutal genocidio, Turquía evita categorizarlo de esa manera.
Como señala The New York Times:”La negación del genocidio por parte de Turquía está arraigada en la sociedad turca. Los escritores que se han atrevido a utilizar el término han sido procesados en virtud de la sección 301 del código penal de Turquía, que prohíbe «denigrar el carácter turco».
A la declaración de Biden respondió el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía Mevlut Cavusoglu :“Las palabras no pueden cambiar ni reescribir la historia. Nadie nos va a dar lecciones sobre nuestra historia. El oportunismo político es la mayor traición a la paz y la justicia. Rechazamos enteramente esa declaración basada en el populismo”Es una pena que las palabras no puedan cambiar esta terrible historia pero ponerle nombre, con el término “genocidio” y asumir que estas acciones pueden ser penadas y castigadas por los gobiernos del mundo, puede evitar que vuelvan a repetirse en el presente y hacia el futuro.
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