El feminicidio es un crimen de odio, es el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer. En esa palabra cabe la discriminación, la violencia, la deshumanización, la tortura, la mutilación, el ensañamiento la violencia sexual.
En Venezuela, donde no existen registros confiables por parte del Estado. Esta práctica se repite ante los ojos de todos sin generar una mayor protesta y acción colectiva. Cinco mujeres, menores de 35 años, fueron asesinadas en cinco días en Venezuela. Así de fácil. Tres de estos femicidios ocurrieron en el estado Portuguesa, uno en el Distrito Capital y uno en el estado Mérida. Las víctimas, muchas de ellas menores de edad, responden al clásico estilo de violencia continuada no denunciada y otras a victimarios que primero las agreden sexualmente y luego las asesinan.
Según los datos oficiales, pero no por eso, confiables, entre agosto de 2017 y diciembre de 2020 se registraron 610 femicidios en Venezuela.
Esta terrible práctica tiene arraigo en nuestra región. En Latinoamérica una mujer es asesinada cada dos horas por el único hecho de ser mujer.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) manifestó en noviembre pasado su preocupación por la persistencia de la violencia por razones de género contra las mujeres y las niñas de la región y por las altas tasas de feminicidio observadas.
Según los últimos datos oficiales reportados al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) de la Comisión, en 2019 se registraron 4.640 casos de feminicidio en 24 países, 18 latinoamericanos y 6 caribeños.Por cierto en esos datos no se registran cifras de Venezuela porque no son brindadas ni soportadas.
En promedio 1 de cada 3 mujeres en Latinoamérica y El Caribe, ha sido víctima o vive violencia física, psicológica y/o sexual, por un perpetrador que era o es su pareja, lo que conlleva el riesgo de la violencia letal: el feminicidio o femicidio.
¿Por qué siguen nuestras sociedades aceptando el maltrato psicológico, verbal y físico hacia la mujer?
Es necesario superar la violencia por razones de género contra las mujeres y las niñas, para ello como apunta la CEPAL se requiere de políticas que aborden los nudos estructurales de la desigualdad, principalmente los derivados de los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos.
Hay que poner énfasis en el cambio de normas sociales y avanzar en políticas públicas para su prevención en el sistema educativo, a nivel de los medios de comunicación y de los distintos mecanismos de transmisión de la violencia por razón de género en las sociedades de la región.
Urge el compromiso de los hombres sobre la cero tolerancia a la violencia hacia las mujeres y niñas.
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