Cuando hablamos del Covid 19, casi siempre atendemos los síntomas visibles relacionados con la tos, la respiración, la fiebre y el malestar o debilidad muscular, poco apreciamos qué ocurre en nuestra mente, seamos o no pacientes de Covid.
Un reciente estudio, de The Lancet, titulado “Global mental health and COVID-19” ha advertido que “la pandemia COVID-19 ha interrumpido la prestación de servicios de salud mental a nivel mundial, particularmente en muchos países de ingresos bajos y medianos, donde las demandas sustanciales de atención de salud mental impuestas por la pandemia se cruzan con la atención de sistemas de salud ya frágiles y segmentados”
El Covid 19 interrumpió las prestaciones de servicios de salud mental y la demanda que deja la carga psicosocial del encierro, la pérdida de empleos y la muerte de seres queridos en las personas, no logra ser atendida.
La experiencia en muchos países nos dice que hasta a un 54% de personas desarrollan un trastorno por estrés postraumático (TEPT) así como la depresión.
De hecho, un meta análisis realizado por investigadores canadienses con datos de 55 estudios internacionales (con más de 190.000 participantes) realizados entre enero y mayo de 2020 en China, Italia, Estados Unidos, Perú, España, Irán, entre otros países, muestra un aumento en la prevalencia de depresión, ansiedad y trastorno por estrés postraumático a raíz de la crisis por la covid 19.
Los resultados confirman que la prevalencia del insomnio fue del 24%, la del trastorno por estrés postraumático alcanzó el 22%, la de la depresión se situó en 16% y la de la ansiedad llegó al 15%.
Otro estudio publicado a principios de noviembre de 2020, en The Lancet Psychiatry arrojó que el 18% de los pacientes en Estados Unidos que contrajeron el coronavirus se les diagnosticó un problema de salud mental entre 14 y 90 días después de dar positivo a la covid 19.
De allí la importancia de atender con urgencia los efectos que la pandemia está dejando en el pensamiento y la conducta de las personas.
Muchos creen encontrar una vía en lo que se conoce como positividad tóxica.
El escritor estadounidense, Mark Manson, en su bestseller The subtle art of not giving a f*ck («El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda / un carajo», 2018) califica esta estrategia emocional así: «Cualquier intento de escapar de lo negativo -evitarlo, sofocarlo o silenciarlo- fracasa. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrimiento. La negación del fracaso es un fracaso”
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