Más de 100 millones de personas han sido contagiadas por coronavirus en todo el mundo, dejando un saldo de casi 2.161.000 fallecidos, según pudimos constatar en el registro que lleva a nivel global la universidad Johns Hopkins, al momento de grabar este episodio.
En Venezuela, los contagios, según cifras oficiales poco confiables, se acercan a las 125 mil personas, curiosamente, una de las cifras más bajas de la región a pesar de la carencia de acceso a herramientas de prevención, la falta de hospitales activos, escasez de medicamentos y de agua que azotan al país, condiciones que hacen más complicado seguir las recomendaciones sanitarias para evitar el contagio.
Pese a la opacidad que caracteriza al régimen cuando se trata de obtener información certera en relación al comportamiento de la pandemia en Venezuela, a diario salen a la luz pública casos de fallecimientos de venezolanos, muchos de ellos, dedicados al servicio de la salud.
El martes 26 de enero, el diputado en el exilio, José Manuel Olivares, advirtió que a causa del Covid 19, van más de 329 fallecidos del personal médico y que la cifra va en aumento.
En este contexto, la vacunación se hace una necesidad urgente, para salvar la vida de personas expuestas al contagio en primera línea, como el personal al servicio de la salud, y también a aquellos que se consideran de alto riesgo. Mientras que Argentina, Brasil, Ecuador y Chile ya empezaron a vacunar a su población y México y Colombia, esperan que el primer lote de vacunas lleguen la primera semana de febrero, en Venezuela, la situación es más que penosa. Venezuela no recibirá gratis la necesaria y urgente vacuna contra el virus, por mantener una deuda de 11 millones de dólares con la Organización Panamericana de la Salud.
Pero ¿cómo no se pudo cancelar esa deuda si durante los gobiernos de Chávez y ahora Maduro se han dilapidado, botado, casi un billón de dólares, como lo contabilizó el diputado y economista, José Guerra?
Y ¿qué hace la dictadura de Maduro? Ofrecer espejitos. Anuncia “gotitas milagrosas” para combatir el coronavirus, gotas de Carvativir, creadas por un brillante científico, muy desconocido o mejor dicho, anónimo.
Y para que suenen milagrosas, aprovechando la próxima beatificación, del beato Dr José Gregorio Hernández, les agrega el mote de “gotas milagrosas de José Gregorio Hernández”.
Maduro dijo por la estatal Venezolana de Televisión que las gotitas se ponen debajo de la lengua cada cuatro horas. «Es una medicina totalmente inocua. No tiene ningún tipo de efectos secundarios. Pudiéramos decir: ni negativos. Ha demostrado una efectividad tremenda»”.
Leo, en una nota publicada en el ABC de Madrid: “Fuertes críticas ha recibido Nicolás Maduro por anunciar unas «gotas milagrosas» del beato José Gregorio Hernández, llamadas Carvativir, que supuestamente curan la infección del coronavirus al 100% en los pacientes contagiados.
La Academia de Medicina de Venezuela recomendó «esperar por mayores datos de las pruebas» antes de calificarlo como «candidato a medicamento anticovid-19»
Las críticas le han obligado a rectificar y el martes 26, el dictador venezolano, aclaró: «Puedo decir que está comprobado que el Carvativir es un poderoso antiviral complementario para la sanación y la cura de la covid-19»
Es decir, “las gotitas milagrosas” no sustituyen vacuna alguna, ayudan a sanar, y no se sabe cuánto, si ya está contagiado.
¿qué credibilidad puede ostentar este gobierno totalitario que anuncia aportes científicos en momentos de pandemia como si se tratara de milagros? Nada mas el mes de noviembre de 2020, el propio dictador, había asegurado que un grupo de científicos había encontrado la cura contra el coronavirus, la molécula DR-10, que Rafael Lacava, el político carabobeño, auto apodado Drácula, había extraído de una planta medicinal no identificada.
Y uno se pregunta, ¿cuándo ocurrirá el milagro que los venezolanos esperamos? El goteo político ya cansa, el milagro es otro.
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