Categorías: CÉSAR MIGUEL RONDÓN

EL ASESINATO DE POLÍTICOS: ¿ESTRATEGIA O VERDAD EN COLOMBIA?

FA/CMR

En muchos países como en Venezuela, hablar de atentados a políticos y potenciales magnicidios, suele verse como una estrategia política, una mentira oportuna que genera dividendos, pero no ocurre así en Colombia que tiene un largo historial de magnicidios.

El 9 de abril de 1948, fue baleado Jorge Eliécer Gaitán Ayala, candidato presidencial por el partido liberal, a la salida de su oficina.El asesinato provocó una violenta reacción popular con su correspondiente represión gubernamental conocida como «El Bogotazo», que destruyó 142 edificaciones del centro de Bogotá.

Hace casi 33 años, el 18 de agosto de 1989, unos sicarios asesinaron en medio de un mitin a Luis Carlos Galán, candidato por el partido liberal colombiano,en el municipio de Soacha, al Sur de Bogotá.

En esa misma campaña llegó a ser asesinado otro candidato, Bernardo Jaramillo Ossa, el 22 de marzo de 1990, militante del partido comunista, cuando se encontraba en las cercanías del aeropuerto en Bogotá.  

Carlos Pizarro, el líder de la guerrila del M-19, reintegrado a la vida civil y candidato presidencial, fue baleado en un avión en plena campaña, el 26 de abril de 1990. Se convirtió en el tercer candidato asesinado en esa campaña electoral.

El 2 de noviembre de 1995, fue acribillado Álvaro Gómez, un político conservador creyente fervoroso de la paz, cuando salía de las instalaciones de la Universidad Sergio Arboleda, donde dictaba la cátedra de «Historia Política y Constitucional de Colombia»

Ayer el candidato presidencial colombiano, Gustavo Petro, del Pacto Histórico, anunció que la banda criminal La Cordillera supuestamente planeaba un atentado contra su vida; por lo que suspendió su campaña por los departamentos de la región turística del Eje Cafetero.

La Cordillera, según el comunicado que envió a los medios el candidato; es una organización paramilitar dedicada al narcotráfico y al sicariato que opera principalmente en los departamentos de Quindío, Caldas y Risaralda; y «ha logrado un amplio control sobre las autoridades civiles regionales y políticas del Eje Cafetero».

La pregunta es si movilizando el temor, instalado en la memoria colectiva, del magnicidio y el sicariato, cuando faltan una veintena de días para la realización de la primera vuelta presidencial colombiana, con un respaldo de un 43,6% de la intención del voto, podría llevarlo a superar  esos porcentajes, (alcanzar más de un 50%),  para hacerse con la presidencia sin la necesidad de convocar a una segunda vuelta?

Habrá que esperar. En cualquier caso, que sea la muerte o su amenaza, la que decida el destino de un país, nunca es un buen comienzo.  

 

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