Este próximo domingo 6 de noviembre se da inicio a la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022, más conocida como COP 27, que se realizará hasta el 18 de noviembre en Sharm El Sheikh, Egipto.
Se supone que la COP27 es la «cumbre de la implementación», donde las promesas sobre todo, desde la reducción de la deforestación hasta el aumento de la financiación para la adaptación, la mitigación climática y la reducción de las emisiones de metano, se convierten en acciones. Pero en esta ocasión será una reunión incómoda para Europa.
¿Las razones? La crisis energética del continente tras la invasión rusa de Ucrania.
Los objetivos de dejar de financiar proyectos de combustibles fósiles en el extranjero, planteados en la COP 26, no pueden cumplirse.
Al día de hoy Europa busca nuevas vías de suministro de gas y promueve el desarrollo de reservas domésticas de gas para enfrentar la crisis. Europa se enfrenta a su propia realidad y parece que buscará replantearse sus objetivos en términos de tiempo.
Como señala The Atlantic Council, en un artículo escrito por Michał Kurtyka es el exministro polaco de Clima y Medio Ambiente y presidente de la COP24, que asesora a la Presidencia egipcia de la COP27 : “El gas es un “combustible puente”. Pero Europa solo puede demostrar credibilidad climática si se demuestra que ese puente termina en alguna parte…Los estados europeos deben redoblar sus objetivos de energía limpia, asegurando que la descarbonización como estrategia de seguridad energética a largo plazo no se descuide en medio de una carrera por las nuevas importaciones de gas. Los estados europeos también harían bien en no erosionar aún más su credibilidad climática con eliminaciones nucleares desacertadas, que ejercen una presión adicional e innecesaria sobre los sistemas de energía y aumentan la demanda de energía de origen fósil”.
Pero mientras esto ocurre. Los países en desarrollo, que en la COP27 estarán encabezados por Pakistán devastado por las inundaciones, han señalado que presionarán con fuerza para lograr un «mecanismo» de financiamiento para pérdidas y daños.
Como señala Axios, “se supone que esta compensación aborda los impactos que fueron causados principalmente por las emisiones de las naciones industrializadas, y que están más allá de la capacidad de adaptación de los países más pobres.
Esa postura se verá presionada en Sharm el-Sheikh, ya que los países en desarrollo buscan acuerdos de financiación específicos dada la rapidez con la que los desastres climáticos aumentan en alcance, gravedad y frecuencia”
En la COP 26, las naciones industrializadas, incluidos los EE. UU. y los países de la UE, planeaban apoyar la discusión sobre pérdidas y daños a raíz de la cumbre pero sin compromisos con una forma específica de pago. Pero ahora el escenario puede ser otro.
The Atlantic Council señala que un mecanismo de pérdidas y daños es una preocupación de larga data entre las naciones industrializadas porque podría equipararse con el establecimiento de responsabilidad legal por causar daños climáticos. ¿Habrá voluntad política?
¿qué consecuencias hacia el futuro podría tener este reconocimiento de culpa y una potencial compensación económica?
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