Preguntamos por nombres, porque es gente, vecinos, hijos, padres, hermanos. Los números aunque sean escandalosos, son fríos y distantes.
Según el último reporte de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y migrantes de Venezuela, liderada en conjunto por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para el 5 de septiembre pasado, eran 6.024.351 los ciudadanos venezolanos refugiados y migrantes en el mundo, se trata de casi el 20% de la población nacional.
Estos más de 6 millones de venezolanos se han asentado en más de 33 países.
Las cifras dicen montos pero nos convierten en acumulados, como si fuéramos objetos para contar. Pero son vidas, vidas trastocadas, marcadas por la huida de un país que expulsa a sus hijos, a través de un régimen dictatorial, que no respeta su propia identidad.
Latinoamérica y el Caribe han sido los receptores de 4.978.078 venezolanos, Estados Unidos, de 465.200.En Europa, España acoge actualmente a la mayor cantidad de venezolanos: más de 415.000 personas.
¿Qué lleva a un ciudadano dejarlo todo atrás? ¿Casa, amigos, familia? ¿Cómo puede ser que un ciudadano de nuestro país atraviese fronteras con suelas gastadas y la vida en un morral? ¿qué tiene que estar viviendo en su país una persona que recorre caminos para atravesar la riesgosa frontera mexicana, lejana de Venezuela, y entrar a Estados Unidos?
Todos los días en nuestro programa de radio, que transmitimos a diario por 107.1FM, Mundial 990 AM y 98.7FM y que muchos escuchan en vivo a través de youtube.com/Enconexionweb, venezolanos de todas partes del mundo nos escriben. De Estados Unidos, España, Australia, Italia,Dubai, Colombia. Estamos dispersos por el mundo haciendo fuerza, encontrando la energía necesaria para seguir adelante. Algunos se saludan en esos espacios, comentan y opinan.Por unos minutos esa familia reunida por las ondas sonoras de la radio, es una sola. Las distancias se borran y nos sentimos todos en ese territorio, ese espíritu, ese sentir, que es Venezuela.
A muchos les toca su amanecer o el final del día, otros escuchan mientras pedalean sus bicicletas como repartidores. En algunos sitios, el teléfono se convierte en radio en una arepera de venezolanos.
Desde hace un poco más de dos años he estado en contacto con esa diáspora nostálgica y valiente, por eso sé lo que sienten y lo que aspiran.Para mí no son números en un mapa, son José Alberto, Chere, Sandra, Miriam, José Gregorio, Georgina, Deyse, Nelson, Simón, Candelaria, Diego, Paolo, Carlos y tantos más. Un mapa lleno de afectos, de compañeros de camino. Duelen, preocupan, nos mueven, son el motivo de hacer periodismo en el exilio.
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