La noche del martes, el nombre de Salvador Ramos, un joven de 18 años, estaba en boca de todos los habitantes de Uvalde. “Era calladito”, contó a un periódico local Eric, quien no quiso revelar su apellido, pero cuyo hijo mayor estudia en el mismo instituto que el tirador, quien fue abatido por policías dentro de la escuela. De acuerdo a este vecino, Ramos era “buena gente”, pero era víctima de bullying en el instituto. “Mi hijo me dice que conoce a un muchacho al que le gustó pegarle”, aseguró.
El autor del tiroteo que sacudió Estados Unidos el martes, Salvador Ramos, avisó de sus planes por redes sociales: primero a una desconocida en Instagram y después en su cuenta de Facebook. El joven, de 18 años, disparó a su abuela en la cara antes de perpetrar el tiroteo en el que mató a 19 niños y dos maestras.
El médico psiquiatra, Rómulo Aponte, abordó el tema en el programa En Conexión, conducido por Conducido por César Miguel Rondón.
“Estamos en presencia de un terrible fenómeno psicosocial. El Departamento de Justicia de los Estados Unidos ha conducido unos estudios muy interesantes durante los últimos 20 años, tratando de responder la gran pregunta. Cómo definir el perfil psicológico de estos terribles asesinos”, dijo Aponte.
El experto comentó que en el estudio se encontraron hasta cuatro variables.
“El primero son los traumas y la violencia infantil. Generalmente, estas personas han sido víctimas de abuso. Los niños abusados son adultos desconfiados, paranoicos y enfermos. La segunda variable es que han sufrido crisis personales. Han sido víctimas de rechazo, han sufrido pérdidas, han sido víctimas de bullying y tienen inclinaciones suicidas y pensamiento de extrema violencia en su mente. El tercer elemento, se define como el contagio social, en el cual imita conductas y está expuesto a videos de redes sociales de este tipo de asesinatos, que en el fondo lo que busca es notoriedad. Finalmente, el cuarto elemento es que para estos criminales la vida no es nada valiosa. Tienen un desprecio por la vida propia y la vida de los demás, que se une al acceso de los armamentos. Este joven cumple mucho de estos cuatro elementos”, indicó.
Un detalle interesante, es el peso de los videojuegos en estos patrones de conducta. Por ejemplo, el asesino en Buffalo tenía una cámara en el casco y llegó a transmitir en vivo por una red que utilizan los jugadores de videojuegos. El asesino de Uvalde, no transmitió en vivo, pero si envió toda la información de lo que haría por las redes sociales.
“En general, los videojuegos perturban el pensamiento de los niños y los adolescentes. Aquí estamos ante el principio de modelamiento de imitación, que consiste en que los niños imitan las conductas de las películas de violencia. Los niños salen a pelear, a disparar y a tener conductas violentas, imitando lo que habían visto. Esto tiene una base científica que demuestra altamente peligrosa la exposición de videos o juegos violentos”, agregó.
Finalmente, Aponte destacó que es muy importante la parte de prevención.
“La mejor prevención a estos hechos es la no difusión de estos videos, tanto los videojuegos como los reales. No hay que tener acceso al armamento, la no habituación socia. Hay que eliminar la habituación social. Hay que iniciar campañas de empatía social”, puntualizó.
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