Felipe VI censuró públicamente a su padre, Juan Carlos I, en marzo de 2020, cuando hizo saber que renunciará a la herencia que pueda tocarle cuando este muera y le retiró la asignación que recibía a cargo de las arcas públicas. Después, la salida del emérito de España, pactada y negociada entre ambos y el Gobierno, reveló la gravedad de la crisis que vivía la institución monárquica por las informaciones sobre su fortuna oculta y la necesidad que el actual rey tenía de romper con su padre.
Ahora, con el primer viaje del ex-jefe de Estado tras su autoexilio de casi dos años, se ha demostrado que la relación pasa por otro momento de gran dificultad, ya que la visita ha discurrido de una manera muy diferente a lo que había sugerido la Casa del Rey en los contactos establecidos con Juan Carlos I y sus interlocutores las semanas previas.
Emilio Sáenz-Francés, profesor de historia y relaciones internacionales en la Universidad Pontificia Comillas, abordó el tema en el programa En Conexión, conducido por César Miguel Rondón.
“Era una visita inevitable, porque tarde o temprano, una vez que van decayendo por distintas razones las causas judiciales contra el rey Juan Carlos, lo normal sería que pueda visitar al país, del que ha sido jefe de Estado, y un país que pese a los escándalos que lo han rodeado, sigue siendo popular. Lo que pasa es que hay una diferencia muy notable de la monarquía de Juan Carlos I en los últimos años y la monarquía que quiere construir Felipe VI. En este sentido, esta primera visita necesariamente iba a ser incómoda. Se ha hecho posible por marcar el carácter privado, pero aún así la visita ha tenido un peso mediático importante”, dijo Sáenz-Francés.
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El profesor destacó que el final del reinado de Juan Carlos I está marcado por la emergencia de una serie de escándalos vinculados con la figura del rey.
“No podemos olvidar que el marido de una de las infantas acabó en prisión por estos escándalos. Se descubrió una relación extramatrimonial por parte del rey, el surgimiento de escándalos financieros, todo eso provocó el derrumbe de la popularidad de un rey, que hasta entonces había gozado de un apoyo popular muy significativo, pero todo concluye con la abdicación de la corona de España por Juan Carlos I. Por su parte, Felipe VI es muy distinto a su padre, lo que ha intentado es construir una monarquía renovada para un tiempo nuevo. Digamos que la marca de la monarquía de Felipe VI sería la transparencia y ejemplaridad”, acotó.
Para el experto, al final se produce un choque entre un estilo del padre y un necesario cambio protagonizado por el hijo.
Este encuentro aviva el discurso del sector político español que quiere salir de la monarquía.
“España es un país donde los monarcas son muy populares. Los españoles tienen una relación muy instrumental con la monarquía. La monarquía de Juan Carlos I fue fundamental en el retorno de la democracia española y gozó de una enorme popularidad. Pero hay que decir que hay una serie de partidos políticos nacionalistas, generalmente de izquierda, que defienden el fin de la monarquía y el retorno de un régimen republicano. No obstante, eso no representa a la mayoría del pueblo español. Los españoles son pragmáticos, si la monarquía funciona, la monarquía continuará y ese es el gran desafío de Felipe VI”, apuntó.
El catedrático agregó que Felipe VI no cuenta con el carisma que tenía su padre, pero ha conseguido recuperar gran parte del prestigio que tenía la monarquía.
“No obstante, ese apoyo de hoy en día es condicional porque la piel del español es más fina”, expuso.
Finalmente, Sáenz-Francés destacó que Juan Carlos I supo liderar de forma extraordinaria la transición de España de dictadura a democracia.
“Lo que sucede es que eso en cierto sentido lo colocó en una suerte de escalón intocable. Daba la sensación que Juan Carlos I gozaba de una libertad de acción y de movimiento dentro del sistema político español. Eso llevó a que hiciera una serie de acciones que social y moralmente no son asumibles. Juan Carlos I ha sido víctima de su propio éxito”, puntualizó.